lunes, 19 de agosto de 2019




LENTITUD



De esta vida tan de prisa estoy reaprendiendo a ser lenta… Trotar de madrugada y con parsimonia en un parque cercano es un placer de pocos. Sí, muy temprano, cuando aún no aclara en el firmamento. Hay gran recompensa en ello, muevo mi cuerpo, saludo a los madrugadores que como yo, ven muchos beneficios en abandonar la cama (o la hamaca) para disfrutar de la calma, del aire limpio, del parque vacío y sobre todo, de los saludos de buenos días que sin importar quién eres, como vistes o de dónde vienes, recibes de todos aquellos que compartimos el momento.


A veces observamos la luna en toda su inmensidad, en otras tantas, vislumbramos los bellos colores que el sol refleja en el cielo cuando hace su aparición, y en otras pocas, recibimos gotas de lluvia en la piel.

Cuántos placeres escondidos en la enorme posibilidad de oír nuestros propios pensamientos en cada vuelta, en cada paso, en el observar las aves y las consecuentes confabulaciones felinas; en cada respiro,en sentirse vivo …

Conforme el sol sube, el parque se va llenando de gente, el silencio deja su lugar a la charla agitada de los amigos y la prisa se hace presente. Es entonces cuando abandono el placer, regreso a la vertiginosa vida llena de ocupaciones, en la que cada quien siente que no hay nada más que el yo, el aquí y el ahora … solo queda esperar con paciencia la nueva madrugada, en el que la lentitud me llene de placeres.

Yo.

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