martes, 28 de julio de 2020

Leales


Hay algún placer más bello que remontarse al ayer tan lejano y etéreo que nos hizo felices de ser, de estar, de vivir, de disfrutar?
Hoy con la lluvia, vinieron las ganas de un café, y para acompañarlo, en la tienda cercana hallé un tesoro: “Leales “, las humildes y sencillas galletas con forma de animales, que llenaban las cenas de chocolate en casa de mi abuela. No son “animalitos”, son su versión muy yucateca con el plus incluido de permitirte hacer volar la imaginación. Era una pequeña niña que apenas sobrepasaba el rústico mostrador azul y de madera, en la tienda de Raúl Castellanos. En grandes recipientes de cristal, casi como latas “cuadradas” sobre el mostrador estaban acomodadas galletas leales, triángulos y gruesos bizcochos dulces. En las alacenas de la pared se estibaba el resto de la mercancía, generalmente contenida en pitas de henequén o en sendos recipientes de lata y cristal. Los chicles y dulces, así como las galletas, eran el infantil manjar. A veces, cuando caía la noche, me apuntaba para el mandado para comprar harina, azúcar, salvado, frijol o alguna especia, pues disfrutaba el ambiente antiguo de la casona que albergaba la tienda, la luz amarilla y tenue que la iluminaba, la bulla de la gente que pedía en el mostrador además de aprovechar cobrarme el mandado con un peso de leales. La tienda en la esquina, sobre la calle 20, era una casona de época, con arcos de piedra, amplia y de techo alto; el propietario Don Raúl era muy serio, con gruesa voz preguntaba qué querías cuando llegaba tu turno; empaquetaba en envoltorios de papel de estraza las medidas del producto que solicitaste. Con gran destreza y velocidad pasmosa, te entregaba los envoltorios, una vez que recibía el pago. Me tocaba luego, aligerar el paso para llegar a casa, pues entre la noche, la luz escasa y el ruido del ADO, a más de un chiquillo se le hacían “alas” en los pies. Ya en casa de Mamá Tina, mi mamá preparaba el chocolate caliente y hacíamos “Chuc” con las galletas. Cuántas aventuras con las palomas, los elefantes, camellos, conejos, caballos y pescados (que eran las figuritas de las Leales) imaginaba antes de que sucumbieran enchumbados en el espesor de la bebida y dentro de mi garganta... humildes galletas que me llenan de nostalgia e inundan mi alma de gozosos momentos de infancia en que disfrutaba del calor de hogar, tradiciones y gente de mi buen amado Calkiní...gracias lluvia por hacerme tan feliz.

La imagen puede contener: comida

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